Una noche peliculesca

Ayer llegué a mi casa con ganas de no aguantar a nadie, de esos días que sabes le haces un favor a la humanidad si te mantienes lejos de ella.

Mi semana no iba tan mal a pesar de un par de inconvenientes laborales pero luego pasó algo que removió cosas aquí dentro, cosas que creí estaba superando bien, pero ya ven que al corazón no se le manda por mucho que la cabeza intente mantenerlo en control, no se le manda pero sí se le puede marear.

Me ayudó bastante que todos en casa tuvieran planes así que aproveché y me puse cómoda, apagué los teléfonos y me encerré a ver películas de esas viejitas, alcancé a ver dos hasta eso, una de ellas me hizo pensar y la otra de plano me hizo llorar. Soy de las personas que no me da pena llorar viendo películas cuando lo siento de veras pero qué mejor hacerlo a solas y a mis anchas.

Una vez me preguntaron si mi vida fuera una película como de qué tipo sería, lo primero que se me vino a la mente fue: Una de las que hace Tarantino, así bien bizarra y loca, pero luego me puse a pensar que no sería tan fuera de lo común, después de todo he vivido lo que muchos han vivido con sus buenas cosas y sus malas cosas y la vida decididamente no es como una película aunque a veces lo parezca. Sobre todo por los pocos finales felices que hay.

A pesar de que faltaron las palomitas fue una buena noche peliculesca, hasta me hizo soñar cosas que me despejaron la mente y amanecí de mejor humor aunque algo desvelada, pero nada que un par de rodajas de pepino en los ojos no resuelva.

Hoy tengo un compromiso familiar, aún tengo esa alergia a la humanidad que cargo desde ayer pero al menos ya puedo fingir una sonrisa decente.